Como punto de partida sepan que soy forofa del Diccionario online de la Real Academia de la Lengua Española, de la Fundéu y del blog Lavadora de Textos. Pese a ello, a estas alturas acepto que en el nuevo lenguaje de las redes sociales y en el guasap las vocales huyan despavoridas de las palabras, que la “k” haya desterrado a la “q” e incluso a la “c“; llevo mal las patadas a la gramática, pero si hay algo que no soporto es el asesinato de la ortografía.
En las redes sociales hay varias cosas que mortifican. Una de ellas es que te inviten a jugar al Candicrus –o similares- y la otra, que te envíen cadenas que debes a su vez reenviar a diez personas como mínimo para procurarte, salud, dinero, amor y una plaza en el cielo eterno. Estas últimas, además, no me pregunten porqué, aparecen en mi muro de feisbuk con inusitada frecuencia a pesar de que hace años –o por eso mismo- decidí apostatar –rechazar la fe de mi bautismo, no lo del pokerestar, que también es un juego-.
La última cadena que llegó a mi muro venía con un comentario: “me hinché a llorar”. Ya es algo así como una advertencia: ni se te ocurra leerlo que vas a pasar un mal rato… pero la curiosidad mata al gato. El argumento es simple, niño con cáncer en el hospital, niño que muere, madre que maldice a Dios, Dios hace milagro –ojo, que el niño no resucita-, madre agradecida dice amén y Satán ha sido vencido.
El SEO en cuestión de esta cadena era la frase “¿dónde estabas Dios cuando mi hijo te necesitaba?”. Una mala estrategia porque a lo largo del texto la madre pasa sus manos por el cabello risado y rojiso del niño después de “haber pasado la mayoría de los pasados seis meses” junto al hijo. La frase final que culmina esta historia plagada de despropósitos contra la lengua era esta: “Cuando tú estás abatido Dios está preparando algo mejor para ti”. Seguramente una plaza en una escuela para aprender a escribir. Porque amén se escribe sin hache.